miércoles, 8 de febrero de 2012

DE ACCIÓN Y VALOR

No conoce su valor el hombre, 
Ni se halla en la tierra de los vivientes.
 Job 28:13

Recuerdo que cuando chica había escuchado más de una vez, probablemente de mi hermana, la expresión “Las acciones hablan más fuerte que las palabras”. Se refiere a que lo que hacemos demuestra quiénes somos, mucho más de lo que decimos lo puede hacer.

Hace un tiempo me encontré bajo “tratamiento intensivo” de parte de Dios en esa área de mi vida – las acciones. Verán, soy una persona activa. Me encanta estar ocupada. Marta. La que, en un descuido, se afana por las cosas. La que, si no está haciendo algo, si no se siente útil, siente que vale poco o nada.


Fue así que el Señor comenzó a trabajar en mí. Lo primero que Él hizo fue mostrarme mi realidad. Ahí fue a comenzar a ser un problema – no me gustó para nada lo que oía. ¿Alguna vez intentaste aconsejar al espíritu Santo? No te lo recomiendo.  ¿Qué me debía quedar quieta? “Pero, Señor” argumentaba, “si Tu Palabra dice “Id a hacer discípulos” ¡y ahora me dices que no haga nada!”Me convencí que era una voz malandrina que iba en contra de las Escrituras; y seguí con mi camino frenético de hacer, hacer y hacer. A un tiempo de esto, el Padre Celestial me habló a través del Salmo 37, versículo 7: Guarda silencio ante Jehová y espera en Él. Es simpática esa palabra “esperar”. ¿Saben qué significa? Si, significa simplemente esperar. Comencé a darme cuenta que Dios no iba en contra de Su Palabra. Me la estaba enseñando.

Lo peor que puedes pedir a una persona activa es que se quede quieta. ¡Es tortura china! Sin embargo, ahora entiendo por qué me costaba tanto. Yo me evaluaba de acuerdo con lo que hacía. Era sencillo: haces mucho y lo haces bien, vales mucho y todo está bien; si no haces nada o haces mal algo, tu espíritu no soporta el auto juicio y la sensación de fracaso. Qué presión insoportable aguantaba día tras día ¡y yo era la única culpable! Podría realizar un análisis freudiano de mi niñez, de mis padres, de mi educación, etc. etc. pero la realidad de esto es que yo me presionaba. Para lograr. Para cumplir. Para ser.

El primer paso en el plan  “Libera a Laura” de Dios, el de mostrarme mi realidad, se había cumplido exitosamente. Yo, por fin (esto había llevado varios meses) veía que mi situación necesitaba corrección. El nuevo desafío era comenzar el cambio. Creo que ese desafío era tanto para mi como para Dios, porque yo nunca le he hecho fácil las cosas. A menudo soy una combinación de Marta (busy, busy, busy), Pedro (obstinado y apasionado) y Pablo (lo que hacía, sea bueno o malo, lo hacía con el corazón y el alma; y lo escribe todo). Así que, como pueden ver, el trabajo de Dios no era sencillo.

¿Qué hizo Él? Me comenzó a sacar cosas. ¡Me dejó casi sin actividades! Y me dolió. En una ocasión le pregunté a Dios, “Señor, ¿tan poco te agradó lo que yo hacía que prefieres que otros lo hagan para Ti?” ¿Pueden percibir el tono de niña malcriada? Por supuesto que en ese momento yo me ahogaba en el dolor del rechazo. Que quede bien claro  - no me burlo de ese dolor. Fue real y profundo. Lloré mucho. Mi Padre me tenía sobre la mesa  de cirugía.

El Señor no me había sacado del torbellino del diario afán para verme sufrir. Lo hizo porque Él ya no soportaba verme sufrir tanto! ¿Dónde habría terminado si Él no habría intervenido? No lo quiero ni imaginar.Cuando finalmente se secaron mis lágrimas pude susurrar, “Señor, ayúdame.” Él me trato con suma ternura. Una vez más, comprobé que no hay otro como Él. Fue en ese momento que recordé las palabras que yo misma había orado, “Señor, te pido que quites de mi todo orgullo. Enséñame a ser realmente humilde porque te quiero agradar.”

Dicen por ahí que debemos tener cuidado con lo que pedimos. Difiero. En la presencia de Dios ¡pida con libertad! Él escucha. Es fiel en dar y en abundancia. Probablemente no sea fácil la lección, pero con semejante Maestro, seguro saldrás probado como oro fino.

Ahora, todo está en Sus manos. No diré que después de lo aprendido, soy perfecta. Aún me falta mucho que aprender; pero he conseguido ver quién soy y, más que nunca, sé que de Él dependo. Seguiré moviéndome, accionando a favor del Reino de Dios; pero hoy algo es muy diferente: mi motivación. Lo que haga o no haga no define quien soy. Hoy  cuando me piden hacer algo puedo decir, con la libertad descubierta, “No voy a poder. Voy a pasar ese tiempo con mi familia.” Y cuando veo a otra persona triunfar no necesito progresar no necesito sentirme menoscabada  o preguntar “¿Por qué yo no estoy allí?”.

Hago todo lo que hago con amor y con la aprobación del Señor; y vivo con el gozo y la paz de saber que tengo mucho valor y que mi Padre me ama.  No pierdas tiempo. Acércate a Él hoy y entregale todo. Él es soberano y fiel; y cumplirá la promesa:Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11)


No hay comentarios:

Publicar un comentario