lunes, 2 de enero de 2012

ANTES DE PONERTE DE PIE














Mujeres De Pie. Me encanta la expresión.
Se entiende que somos mujeres quienes ya no estamos postradas, rendidas; sino levantadas, caminando hacia el futuro con decisión y mirando de frente, porque somos más que vencedoras en Cristo Jesús. 
Sin embargo, antes de ponernos de pie, hay algo primordial que debemos hacer.


                Dios nos promete que no nos mandará prueba mayor de lo que podemos soportar. Es una promesa y Él cumple lo que promete, no es hombre para mentir. Sin embargo ¿alguna vez estuviste en una situación donde con sinceridad dijiste a Dios “No puedo más. Ya no tengo las fuerzas. Ni un paso más puedo dar…”? La vida no es fácil y creo que seríamos muy mentirosas si dijéramos que nunca habíamos pasado por semejante situación. Como dice Pablo,  “cuando débil, en Él fuerte soy”; pero hay un proceso vital en esta situación que no debemos pasar por alto, uno que nos ayudará a alcanzar nuevos niveles de fe y lo aprendemos del mismo Jesucristo.

                Me asombran las palabras que encontramos en el capítulo 14 de Marcos: “Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte…” (Énfasis agregado) El Señor Jesucristo sabía lo que le esperaba. Piensa ahora en la peor prueba que has pasado hasta hoy; y ahora compáralo con lo que Jesús enfrentaba. Sabía que iba a morir. Sabía que todos le iban a abandonar. Sabía que iba a ser molido – literalmente. ¿Alguna vez consideraste el significado de esa palabra, usada por el profeta Isaías? No es sorprendente entonces que se sintió angustiado.  Quizás me digan: “¡Pero estamos hablando de Jesús, el Hijo de Dios! ¿Acaso no tenía Él la fortaleza suficiente para enfrentar la muerte?” No olviden que Jesús fue totalmente Dios y totalmente hombre. Cada golpe, cada clavo, cada latigazo le dolió tanto a Él como nos dolería a nosotros.

Qué prrueba estas pasando? ¿Qué te angustia y entristece? Cuán maravilloso saber que en medio de la prueba, no solo está Él contigo, ¡sino que también te comprende perfectamente porque Él estuvo allí!
                Aprendemos mucho más del maravilloso ejemplo de Jesús. En el momento de mayor ansiedad, Él no hizo lo que muchas veces hacemos nosotras – retirarnos a la soledad a hundirnos en la depresión y los pensamientos negativos. ¡No! Jesucristo hizo lo que tú y yo debemos hacer cada vez que la vida nos angustia y en especial cuando la carga se vuelve inaguantable – se tiró a los brazos del Padre. Derramó su ser ahí en el suelo del Getsemaní. No se reservó a términos conservadoras o expresiones superfluas. Desnudó su corazón: “Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22:42) En otras palabras: Si hay alguna manera de evitar que tenga que pasar por esto, por favor ayúdame; pero por sobre todo quiero hacer lo que Tú quieres, no lo que yo deseo. El Padre le respondió. Imagino la madrugada fresca en el jardín. Jesús postrado en el suelo, llorando, clamando; y Su Padre en el trono en el cielo, llorando también; mirando a su Hijo Amado, sabiendo bien que Él sufría y que iba a sufrir mucho más. Esto era el plan. Él tenía que beber de esa copa porque era la única manera de que tú yo pudiéramos ser libres.




                
               Entonces Dios hace lo único que pudo: le manda consuelo en la forma de un ángel para fortalecerle. No termina el dolor de Jesús con la aparición del ángel. Cuenta el libro de Lucas que Él “estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo.” Es inimaginable la angustia que Cristo estaba pasando. En  ese momento de tribulación, se refugió en los brazos de Su Padre. Derramó todo, pero no se encontraba solo – y es ahí, en el abrazo del Señor, que Él encuentra la fortaleza para seguir adelante. Oró varias horas antes de ponerse de pie y ser arrestado.

                En los tiempos más duros nos sentimos  solos. No esperes que otros estén a tu lado cuando la hora de mayor angustia llega. Busca a Dios. En Sus brazos vas a encontrar consuelo y fortaleza. Es probable que la circunstancia no cambie, pero lo vas a poder enfrentar con la pujanza que antes no tenías; y, como Jesús, te vas a poner DE PIE  y caminar hacia tu propósito.

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