miércoles, 29 de marzo de 2017

EL ABORTO Y YO III

Mi experiencia más cercana con el aborto sucedió en el año 1999. Ahora me doy cuenta que mis vivencias anteriores me habian preparado para este momento. Mi tercer hijo tenía meses cuando un día comencé a sentirme muy mal. No tenía fuerzas y no soportaba el cansancio. En un principio pensé que sólo era agotamiento físico pero a medida que pasaban las horas comencé a preocuparme. Para la noche apenas podía levantar la cabeza. A la madrugada fui al baño y me asusté al mirar en espejo. Tenía las glándulas del cuello muy inflamadas. Con una sola mirada supe. Tenía parotiditis, mejor conocido como papera.

Las siguientes semanas fueron terribles. Nunca había tenido papera y me tomó muy mal. Fiebre muy alta y tremenda inflamación acompañados por dolores de cabeza y cuerpo me dejaron casi moribunda. Luego comencé a vomitar y, sin poder ingerir nada, me deshidraté. Como resultado tuve una infección de riñón. A consecuencia de más de dos semanas en cama, la columna vertebral se me inflamó, quedé inmóvil y me dieron remedios fuertes para solucionarlo.

Luego de tres semanas en la cama comencé a sentirme mejor. De a poco recuperé las fuerzas y me levanté de nuevo. Me llamó la atención que no había menstruando pero supuse que era debido a la situación que había pasado. Era de esperar ¿o no?

Para resumir, descubrí que estaba embarazada de mi cuarto bebé. Los doctores me dijeron que sencillamente no había manera que saliera bien, considerando cada complicación que sufrí y los remedios fuertes que había tomado. Me aseguraron que ameritaba un aborto y hasta me insistieron en ello. Algunas personas cercanas a mi tomaron la misma postura, alegando que ya tenía un bebé en brazos, que no teníamos los medios necesarios para solventar una criatura con necesidades especiales y que mis otros hijos sufrirían a consecuencia.

Tengo que retroceder un poco para contar cómo supe que estaba embarazada. Antes de hacer el test y confirmar mi gravidez mientras oraba el Espíritu Santo me lo hizo saber. En la profundidad de mi corazón simplemente lo supe. Mi respuesta instantánea a Su voz fue, "Como venga le voy a amar".

Cuando me insistian que abortara a mi hija, yo me aferré a Dios. No fue un tiempo fácil pero Él  me ayudó. Me tuve que plantar y defender a ella aún antes de que naciera.

Hay mujeres quienes hoy dicen que tienen el derecho de escoger si abortar o no porque estamos hablando de su cuerpo. Esto es mentira. Un feto es un cuerpo dentro del nuestro. Tenemos el privilegio de darle un espacio para desarrollarse pero es un individuo. Por eso tenemos náuseas al inicio del embarazo - nuestro cuerpo identifica un cuerpo extraño y reacciona a consecuencia. Es por eso que el niño o la niña le puede parecer a la madre pero no es su clon - porque es un individuo.

Felizmente di a luz a una hermosa y sana niña. Ella fue mi bebé más grande y más fuerte. Nuestra familia sería incompleta sin ella. Su sentido de humor, su amor incondicional, su cariño y su inteligencia son cosas que la hacen irremplazable. Hay un lugar en este mundo que Dios preparó sólo para ella y si no estuviera, nada sería igual.

Me han preguntado otras mujeres cómo pude resistir a la presión y al temor de que podría nacer con serios problemas. En parte, la historia de mi mamá me ayudó a saber que el aborto destruye la vida del hijo y de la madre, y eso no quería; pero por sobre todo la Palabra de Dios me mostró la verdad:

Tú creaste las delicadas partes internas
de mi cuerpo y me entretejiste
en el vientre de mi madre.
¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!
Tu fino trabajo es maravilloso,
lo sé muy bien.
Tú me observabas mientras
iba cobrando forma en secreto,
mientras se entretejían mis partes
en la oscuridad de la matriz.
Me viste antes de que naciera.
Cada día de mi vida estaba
registrado en tu libro.
Cada momento fue diseñado
antes de que un solo día pasara.
Salmos 139:13‭-‬16

lunes, 27 de marzo de 2017

EL ABORTO Y YO II

Cuando somos niños nuestros padres son super héroes. Luego crecemos y comenzamos a discernir que son humanos. Vemos sus errores y nos atrevemos a decir que nunca seremos como ellos. Luego crecemos, maduramos y nos convertimos en padres - y los admiramos porque, estando por fin en sus zapatos, nos damos cuenta que ellos hicieron bastante bien un trabajo que a nosotros nos está costando.

No sé si esto ha sido tu experiencia pero confieso que ha sido la mía. Recuerdo un amanecer hace unos cuantos años cuando una vez más había pasado la noche sin dormir con mi primer bebé; y haber pensado en mi mamá, quien había criado y educado a cuatro hijos. Ya ni recordaba mis años de rebeldía y critica hacia mis padres. Sólo me llenaba una profunda admiración hacia ellos y en especial hacia ella. A la luz tenue del sol naciente me pregunté , "Cómo lo hiciste?".

Siempre fui una hija aplicada. La menor de cuatro, desde chica he tenido una afinidad con las palabras. Aprendí a leer a los cuatro años, no sé cómo. Al entrar en la escuela leía libros y escribía. Son pasiones mias. Siempre tuve buenas calificaciones y además siempre estuve involucrada en actividades deportivas y culturales. Mi tiempo estaba ocupada en cosas buenas y mis padres estaban orgullosos de mi.

Sin embargo una tarde sucedió algo que me afectó mucho e hizo que cambiara de actitud. Estaba sentada a la mesa de la cocina, escribiendo o haciendo la tarea, cuando entró mi mamá acompañada de una amiga suya. Les preparó un te y mientras lo hacía conversaban. Yo seguía concentrada en mi trabajo mientras con un oído atendía la conversación. En un momento escuché a mi madre, "No ves Laura. Ella es una campeona y no puedo imaginar la vida sin ella. Y pensar no más que traté de abortarla".

Yo ahora puedo entender que Mamá contó esta verdad como un testimonio. Habrán estado hablando de las decisiones de la vida o de como Dios bendice, y ella habrá querido ilustrar que a pesar de sus errores Dios es soberano y fiel. Sin embargo, mi corazon se estremeció. Ni una palabra dije ni me moví, pero en ese momento comencé una lucha que duró años.

Me convencí de que nadie me quería. Al final, ni mis propios padres me habían querido verdad? O por lo menos así deduje. Comencé a rebelarme a consecuencia de la tristeza que sentía. Llegué a tal punto de enojo y dolor que ya no medía el por qué estaba asi. Era algo que no podia controlar y mis padres no entendian por qué yo habia cambiado.

Años después recién pude conversar con mi mamá acerca del tema. Cuando le conté ella lloró. No hacia falta que me diera explicaciones. Para cuando eso yo ya entendía mucho más. Dios se habia encargado de corregir mi forma de pensar. Me había enseñado que soy hechura suya y que antes de la fundación del mundo Él ya me había pensado. Entendí que no soy un accidente y que, aunque mis padres en un momento de debilidad casi habían cometido un grave error, Él me había guardado.

Romanos 8:28 dice asi: Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos(NTV). A pesar de que fue duro para mí, obró para bien en mí. Tomé una postura en contra del aborto y a favor de la vida que años después iba a ser probada. Esa historia cuento en el siguiente capítulo.

domingo, 26 de marzo de 2017

EL ABORTO Y YO I

En este tiempo en el que hay tanto ruido acerca del aborto, me siento impulsada a compartir mi historia. Lo haré en tres partes porque son tres capítulos distintos. Es mi oración que lo que yo viví te sirva y te bendiga.

A mi madre le practicaron un aborto legal antes de nacer yo. En el primer trimestre del embarazo ella se enfermó de rubeola y los doctores le aseguraron que no había forma de que el bebé naciera sin malformaciones y retraso intelectual, y le aconsajeron abortarlo. Ella y Papá aceptaron porque no se sentían preparados en ningún sentido como para enfrentar semejante desafío.

Unos años después yo nací. Fui testigo durante toda mi vida de lo que es la secuela del aborto. Mil veces escuché a Mamá mencionar a ese bebé. De alguna forma ella supo que fue varón y sin sombra de duda, habló de él como si le conociera. Siempre expresó dolor y  profundo arrepentimiento cuando le mencionaba. Más de una vez escuché a ella decir que si tan sólo habia tenido más fe, si le habría depositado en las manos de Dios, todo iba a ser diferente. Varias veces le encontré llorando, y me explicaba que había estado pensando en mi hermano.

Una noche cuando yo era adolescente mayor, probablemente terminando la escuela secundaria, Mamá tuvo una experiencia a la madrugada que trajo paz a su corazón. Dios obra de manera misteriosa. Hace lo que Él sabe es apto para cada situación. Estoy segura que Él, buen Padre y fiel, vio la angustia de ella y permitió unos segundos que cambiaron todo.

Ella siempre se levantaba a la madrugada para ir al baño. Como todos dormíamos a esa hora, era su costumbre dejar la puerta del baño abierta. La noche en cuestión no fue una excepción. Se levantó y semi despierta llegó al baño.  Se sentó y unos segundos después división en el pasillo la forma de un hombre. Era alto y pelirrojo (como ella) de hombros anchos. Le daba la espalda. Cuando le vio, en su corazón supo quien era. Comenzaron a correr sus lágrimas y le dijo solamente "Eres tú ". Al hablar ella, él se dio lentamente la vuelta. Vio que tenía ojos claros (como mi papá). Sonrió y desapareció.

Estoy convencida que Dios permitió que Mamá tuviera ese encuentro para que su corazón de madre encontrara paz. Y así fue. Ella me contó que no pudo explicar cómo pero supo que él estaba bien y que quería que ella supiera eso. Mamá luchaba todos los días con la carga de haber matado a su bebé pero Dios la hizo ver qué bajo Su cuidado su hijo había crecido y estaba bien.

Muchas mujeres consideran al aborto como la solución a un problema. Sin embargo, no dimensionan las secuelas emocionales, psicológicas y físicas que deja. Dios nos dio una faceta única:la de ser dadoras de vida. Honestamente creemos que podemos ir en contra de quienes somos sin vivir las consecuencias?

Estoy tan agradecida con Dios por haber tratado con el dolor de mi madre. También estoy feliz porque sé que ella ahora está con Él, con Papá y con el hijo quien ahora por fin ve cara a cara.