viernes, 7 de octubre de 2011

EL JOVEN Y EL ARTISTA

 El joven no estaba en el Museo de Arte Moderno por coincidencia. No era un lugar donde elegiría estar. Se sentía mucho más cómodo en una cancha de fútbol, pero el grupo del colegio estaba de viaje y todos habían entrado al museo juntos.

La sencilla verdad es que no entendía nada de lo que observaba. Había esculturas que parecían ser hechas de pedazos de desechos; y pinturas que, estaba pensando él, asemejaban mamarrachos. 

En el instante que observaba uno de estos cuadros, un profesor del colegio controlaba al grupo de jóvenes desde una esquina. Observó como el chico mencionado se sentó frente a un enorme cuadro de explosivos colores y ubicaba su cabeza primero hacia un lado y después hacia el otro, como si tratara de descifrarlo. Después de unos segundos se acercó un señor al joven y se sentó a su lado. El profesor seguía observando, con más interés ahora, listo para intervenir en caso de que viera algo sospechoso. En estos tiempos, uno no puede ser demasiado cauteloso.


El señor hablaba al joven, quien prestaba mucha atención. De vez en cuando, el muchacho asentía con la cabeza, y una o dos veces uno de los dos apuntaba hacia el cuadro. Luego de unos quince minutos el señor se levantó, se despidió del joven con un apretón de manos y se fue.

Intrigado, el profesor se acercó a su alumno, quien le ofreció la siguiente explicación: “Profesor, yo miraba estas obras con asombro, porque no entiendo NADA de arte, mucho menos de arte de este tipo,” le contó, indicando las obras modernistas con un barrido del brazo. “Me senté a observar un cuadro,” siguió con emoción. “Vino ese señor a sentarse a mi lado y me preguntó qué pensaba de ese cuadro y le fui sincero.” El profesor no pudo evitar una sonrisa. “Y qué te dijo entonces?” le preguntó el docente. “Me explico en detalle el significado de la obra. Pero eso no es todo. Cuando le pregunté yo cómo es que sabe tanto de esta obra ¡me respondió que es porque él es el artista! Ahora tiene sentido. Lo puedo ver.” El profesor miró estupefacto al joven, quien obviamente había descubierto no solo el sentido a la obra, sino que también había entendido que los significados profundos no están a simple vista.  

A medida que se alejaba de nuevo el maestro, reflexionó y sonrió. Dio gracias a su Creador, porque había hablado claramente esa tarde; y porque entendía que es el Artista quien realmente entiende su obra.

Si quieres conocerte mejor, si quieres descubrir quién eres y por qué fuiste creado, no hay nada mejor que acercarte al Artista de tu vida. Él entiende su obra mejor que nadie.

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